miércoles, julio 20, 2016

La transformación del Poder y la Disciplina: Una mirada del problema desde la Educación

En el siglo XX se utilizaba la herramienta del Panóptico en la práctica pedagógica, entendiendo que la observación atenta sobre el educando mejoraba su desempeño y disciplina.  Esta última se entendía sobre los cuerpos y por traslación se entendía que también moldeaba el carácter del alma.

Foucault en su análisis de la Modernidad, ya a fines del siglo XX y a las puertas del siglo XXI, sostiene que el poder pasó a ser reticular, minucioso, puntual y a la vez distribuido en las diferentes capas sociales y en cada una de las prácticas. 

Lejos de ser una forma, como el Estado, el soberano, el empresario o el director de una institución, Foucault sostiene que el poder es relacional; es decir, que no se trata de una unidad de dominio, de alguien que posee el poder de un modo autónomo y discrecional, sino de una multiplicidad que pone en relación un juego de fuerzas.  Por ello sostiene que el poder no se posee sino que se ejerce y ese ejercicio, que consiste en la capacidad de conducir las acciones de los otros, es siempre vinculante, de acción de unos sobre la acción de los otros.  Por ello, los conceptos que utiliza Foucault para describir el ejercicio del poder van a ser verbos que constituyen acciones: incitar, desviar, ordenar, limitar, etc.  Se trata de oponer acción sobre acción: por esta razón no hay poder a secas, sino más bien relaciones de poder.

La importancia de este tema, la necesidad de definir al sistema disciplinario y recorrer todas sus explicaciones, está dada por la inquietud en torno a la actualidad de la escuela y a esta como dispositivo educativo en nuestra época contemporánea.

Hoy educar en la libertad implica la conciencia de estos lazos de poder invisibles que dominan nuestras decisiones.  Si realmente, y tal como lo define Gilles Deleuze en su texto Posdata a las sociedades de control, hay una transformación en el diagrama actual respecto de las relaciones de fuerzas, esto significa el vencimiento de las instituciones disciplinarias y la emergencia de un nuevo estado de cosas. Si así fuera, si la eficacia del dispositivo disciplinario estuviera caída, muchas de las formas de intervención hasta hoy conocidas exigen su abandono; o, al menos, el reconocimiento de la caducidad de esta eficacia en aquellas instituciones creadas para una forma de dominio que ha perdido su intensidad.   La escuela moderna es una de las instituciones cuyo funcionamiento responde a este dispositivo.   No sólo respecto de la forma que adquiere en relación al ordenamiento de las conductas tanto de los agentes escolares como de los alumnos, sino que también se ve interpelada en el tipo de saber que produce y en los modos de transmisión.  En este sentido, las ciencias sociales no quedan al margen de esta mutación. ¿Habitamos aún la escuela moderna? ¿Podemos seguir pensando nuestras prácticas del mismo modo que hace cien años? ¿Es la misma la escuela, la fábrica o la familia?

En su análisis Gilles Deleuze reconoce una mutación del capitalismo y, con ello,  la emergencia de una nueva realidad social. Los sujetos, lejos de ser personas encerradas y expuestas a un modelo disciplinario, son deudores eventuales: la significación del documento de identidad se traslada a la tarjeta de crédito. Es el pasaje de la  identidad política a la identidad comercial, del poder de vigilancia a la intervención económica sobre los deseos, del ciudadano al consumidor. La institución de referencia ya no será ni la escuela, ni la fabrica, ni la familia. Van a ser las instituciones crediticias o bancarias aquellas que garanticen la acreditación de los sujetos en el mundo.

La gran transformación que ha traído el neoliberalismo se trata entonces de haber convertido una Sociedad de relaciones económicas en una Sociedad de Mercado, donde las relaciones sociales se han convertido en mercancía y desde allí se establecen redes de poder sutiles sobre los deseos, de tener, de poder, de poseer; entendiéndolos como sinónimos de la realización personal por sobre toda conciencia comunitaria de realización.  Es la Meritocracia como objetivo de la vida, como logro que responde a la idea de liberación que trae el capitalismo, unida al individualismo sin conciencia social.


Lic. Prof. Ernesto Gabriel Cela - ernestocela@gmail.com

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